Si Tomas Moro viera el mundo hoy, escribiría sobre el libre mercado!!!
La utopía parecería ofrecer el espectáculo de esos raros fenómenos cuyo concepto resulta indistinguible de su realidad, cuya ontología coincide con su representación. ¿Conserva esta entidad peculiar todavía una función social? Si ya no la tiene, entonces acaso la razón resida en esa extraordinaria disociación histórica entre dos mundos diferentes que caracteriza la globalización a día de hoy. En uno de esos mundos, la desintegración de lo social es tan absoluta –entre miseria, pobreza, desempleo, hambre, desdicha, violencia y muerte– que los programas sociales de compleja elaboración de los pensadores utópicos resultan de una frivolidad equiparable a su irrelevancia. En el otro, una riqueza sin precedentes, la producción informatizada, descubrimientos científicos y médicos inimaginables hace un siglo, así como una variedad infinita de placeres comerciales y culturales, parecen haber vuelto la fantasía y la especulación utópicas tan aburridas y anticuadas como los relatos pretecnológicos del viaje espacial.
El término sólo…
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