Historia de una puta anestesiada. 5

Catalina respiró hondo. González se quedó mirándola, escrutando sus gestos, queriendo adivinar lo que pasaba por aquella cabeza pueril. Pasaron unos minutos antes de que ella dijera una palabra. —Bien, González —dijo—. Ahora quiero saberlo todo. Me vas a explicar a quién le debía dinero mi marido. —Se llaman acreedores —corrigió el contador. —Acreedores… Bien,Sigue leyendo «Historia de una puta anestesiada. 5»